El plátano es hoy el producto agrícola más importante en el
archipiélago. Gran Canaria acoge entorno al 20% de la superficie, un sector
pujante a pesar de que a lo largo del siglo XX ha ido perdiendo peso por la
fuerte competencia de la banana centroamericana, dedicando hoy la mayor parte
de su producción al mercado español.
A finales del siglo XIX Sabin Berthelot, naturalista y cónsul de
Francia en Canarias, había traído al archipiélago varios ejemplares de platanera desde las colonias
francesas en el Sudeste Asiático, aunque su cultivo no se extendió por las
islas hasta que los ingleses fomentaron el cultivo del plátano o el tomate, ante la creciente demanda
británica.
El clima era óptimo, y coincidió con la crisis azucarera y de la
cochinilla, que había dejado multitud de campos en baldío junto a importantes
estructuras de regadío, permitiendo crecer a empresas como Fyffes o Yeoward, al
tiempo que convencieron a multitud de propietarios locales para aprovechar el
potencial y los canales comerciales que las empresas británicas tenían ya
establecidas y las facilidades de la ley de Bravo Murillo (1852). Sólo
Lanzarote y Fuerteventura quedaron al margen del nuevo cultivo, por su escasez
de agua, de la que es un cultivo muy dependiente.